Por Guillermo Descalzi
Escritor, Periodista y Antropólogo
El mundo del hambre es enorme. Estamos en una encrucijada crítica, con un riesgo muy real de que la necesidad supere la capacidad de ayuda o estamos a la altura del reto, lo cierto es que nos enfrentamos a una catástrofe para cientos de millones. Impulsado por el efecto dominó del conflicto en Ucrania, el número de personas con hambre se ha disparado a la cifra récord de 345 millones en 2022 en 82 países, un aumento de casi 200 millones en comparación al nivel anterior a la pandemia.
Cambios indeseados
Es una tormenta de proporciones asombrosas. La variabilidad ambiental derivada del cambio climático -incluyendo sequías e inundaciones consecutivas- está haciendo que los fenómenos meteorológicos extremos sean parte de la nueva normalidad. Las perturbaciones climáticas afectan la producción agrícola y han reducido el suministro de alimentos y contribuido al aumento de los precios.
Luego está la devastadora consecuencia económica de la pandemia, provocando pérdidas masivas de ingresos, una inflación récord y una creciente carga a la deuda mundial. Mientras tanto, los conflictos en Ucrania y en otros lugares agravan aún más la situación, ya de por sí difícil.
El precio de la comida va subiendo desde inicios de 2020. El índice de costo de alimentos de las Naciones Unidas alcanzó un nuevo máximo histórico en febrero de este 2022 y luego dio otro gran salto en marzo 2022, a nivel mundial.
Las lluvias en el Cuerno de África no se han materializado este año y la región se enfrenta a una de sus sequías más graves de la historia reciente. En el sur de África, Angola ha tenido un quinto año consecutivo de sequía. En Sudán del Sur, se espera que las precipitaciones por encima de la media continúen hasta el final de la temporada, aumentando el riesgo de inundaciones.
Al mismo tiempo, los ingresos están deprimidos porque los mercados laborales luchan por recuperarse de la pandemia y los gobiernos están apretando sus cinturones. Luego está el aumento del costo del crédito añadiendo presión, que los gobiernos “compensan” con políticas de austeridad que afectan primero a los más vulnerables.
Un segundo jinete, la guerra
Los conflictos armados son otra causa principal de hambre en el mundo. Desplazan a las personas, detienen las siembras y cosechas e interfieren en el transporte, como se ve en Ucrania, y ni qué decir de los focos de violencia en el Sahel central, el norte de Nigeria, la República Centroafricana, el este de la República Democrática del Congo, el norte de Mozambique, Etiopía, Sudán del Sur, Yemen, Afganistán y Myanmar.
Estas revueltas dejaron cientos de muertos, provocaron cambios en el gobierno y obligaron a cerrar ciudades en Siria, Libia y Yemen, donde la inflación de los precios de alimentos está prolongando sus conflictos armados.
Los conflictos impulsan el hambre, y el hambre alimenta los conflictos en un circuito de retroalimentación sin visos de parar.
Los vínculos entre los conflictos bélicos y el hambre son claros. En este año de necesidad sin precedentes, debemos hacer lo posible por poner fin a las guerras, sobre todo la de Ucrania, que ha multiplicado la urgencia de lo más básico… el trigo para la harina del pan y el maíz para las tortillas. El conflicto en Ucrania, uno de los principales graneros del mundo, está agravando lo que ya era un año de hambre catastrófica. Ucrania y Rusia suministran conjuntamente el 30% del trigo comercializado a nivel mundial, el 20% del maíz y el 70% del girasol, que afecta hasta un 50% del aceite de cocina por doquier.
Una cadena rota de suministros
Luego está la reducción de alimentos que transitan a través del Mar Negro. Desde el comienzo de la crisis en Ucrania, los envíos de alimentos por allí se han reducido y los costos han aumentado considerablemente, con un impacto inmediato en las economías. Las operaciones militares han interrumpido aún más la producción agrícola de Ucrania para la temporada 2022-23. Además, Rusia es uno de los proveedores más importantes de los tres grandes grupos de fertilizantes, y sus precios están aumentando a niveles récord, lo que afectará significativamente la capacidad de cultivo, aumentando la inseguridad alimentaria más allá de los niveles de este 2022.
Rusia es un actor fundamental en los mercados energéticos mundiales. El conflicto ha afectado significativamente los costos de energía, lo que ejerce una presión adicional sobre los precios de alimentos.
Para resolver esto se requieren soluciones políticas para asegurar la estabilidad y la paz, evitar el hambre como arma de guerra y garantizar el acceso humanitario a las poblaciones afectadas, incluyendo la reapertura inmediata de los puertos del Mar Negro.
Puntos calientes del hambre: un anillo de fuego
Desde el Corredor Seco de América Central y Haití, pasando por el Sahel, la República Centroafricana y Sudán del Sur, y luego hacia el este, hasta el Cuerno de África, Siria, Yemen y todo el camino hasta Afganistán, un anillo que se extiende por todo el mundo donde los conflictos y las perturbaciones climáticas están llevándose a millones de personas.
En países como Nigeria, Sudán del Sur y Yemen, el PMA enfrenta decisiones difíciles, como recortar las raciones para poder llegar a más personas. Esto equivale a quitarles a los hambrientos para alimentar a los hambrientos.
La crisis de refugiados se ve agravada por el hambre: Las consecuencias están dando lugar a un aumento de la migración y la desestabilización y conflictos en los lugares que los reciben. La historia reciente nos lo ha demostrado en una de las mayores crisis de refugiados de la historia europea actual, y en Estados Unidos, a donde llegan caravanas de gente de Centro América y el Caribe. Una conclusión clara sale de todo esto es que, para paliar el Hambre, el dinero no es suficiente. Sólo una voluntad política puede poner fin a los conflictos, y sin compromiso político y con el calentamiento global, los principales impulsores del hambre seguirán sin disminuir.
Referencias
Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, Pan American Health Organization, African Economic Community. https://es.wfp.org/