Por Guillermo Descalzi
Periodista, Escritor y Antropólogo
En la mitología griega Ulises tiene que navegar entre Escila y Caribdis, dos monstruos en el estrecho de Mesina, a veces representados como un gigantesco remolino y unos peligrosos escollos. Nosotros, el país entero, estamos navegando entre Biden y Trump en el mar de esta elección, y de allí no se quieren mover. Estamos ante una inexorable revancha entre ellos, y parecemos anticiparla con más desánimo que nada, esperando algo o alguien que cambie el escenario antes de noviembre del próximo año. También es posible que nos estemos precipitando hacia un inevitable desastre.
Son dos candidatos que no parecen estar al cien por ciento “allí”, física, mental o emocionalmente. De Biden, en el mejor caso se puede decir que ha restablecido las normas y ha restaurado nuestras alianzas internacionales, y ahora parece estar domando esta economía inflacionaria en la que está el país. Tenemos un Congreso y un electorado profundamente divididos, una buena parte de ellos maniáticamente en el rincón de Trump mientras erosiona la fe americana en nuestro sistema de gobierno.
Los demócratas, en el mejor de los casos, parecen alegrarse de que Biden sea inofensivo, y sentir alivio porque no es Trump. De Trump puede decirse que levanta el entusiasmo de sus seguidores, apelando a sus resentimientos mientras les promete “arreglar” el país. Las encuestas sobre Biden, muestran que el 70% del electorado piensa que no debería volver a presentarse. En el caso de Trump los fiscales añadieron el jueves una acusación de obstrucción a la justicia, añadiendo varios cargos contra él por intentar “alterar, destruir, mutilar u ocultar” pruebas de video-vigilancia mostrando cómo movían cajas de documentos para ocultarlas del FBI, y de inducir a otras personas a hacerlo.
Hay también un nuevo cargo en virtud de la Ley de Espionaje, derivado de un documento clasificado que mostró a sus visitantes en su club de golf en Bedminster, New York. Su estrategia para rebatir estos y demás cargos consiste en acusar a la Casa Blanca y el Departamento de Justicia de perseguirlo en una caza de brujas como estrategia electoral por ser el favorito para la nominación republicana. Ahora, consideren las siguientes afirmaciones:
Un hombre de estado se sacrifica por su nación. Un demagogo sacrifica a su nación por él.
¿Se podrá aplicar alguna de estas afirmaciones a Biden cuando insiste en ser el abanderado demócrata sabiendo que la mayoría de su partido preferiría a otro? ¿Creerá que se va a sacrificar por la nación? ¿Se podrá aplicar alguna de estas de estas afirmaciones a Mr. Trump? Hay que tener en cuenta que un 75% de los estadounidenses piensan que ha hecho algo o ilegal o poco ético.
Una clara señal de la creciente desesperanza política en el país es la extraña acogida a un candidato chiflado como Robert Kennedy Jr, que ha llegado a un inquietante 20% de seguimiento demócrata. Por si fuera poco, No Labels (Sin Etiquetas) se prepara para presentarse como tercer partido, con una plataforma que amenaza con quitarle votos a Biden, que tiene un índice de rechazo de 41%.
Trump sigue siendo una formidable amenaza a nuestro sistema de gobierno tal y como es hoy. Llegó al cargo en el 2016 sin ninguna experiencia en el gobierno. Esta vez él y su equipo están mucho mejor equipados para imponer su visión o deseos. ¿Lo hará esto un “mejor” candidato, o un peor peligro para la democracia americana? Un equipo profesional se está dedicando a garantizar que, en su segunda versión, Trump sea más disciplinado y se centre en imponer sus reformas a nuestro sistema de gobierno, algo que asusta a los no Trumpianos.