Expresidente de Honduras encarcelado en Nueva York

Por Guillermo Descalzi
Escritor, Periodista, Antropólogo

Fue el presidente de Honduras hasta hace un par de meses, hoy está en la cárcel en Nueva York. La policía arrestó el martes a Juan Orlando Hernández, el expresidente hondureño al que se llevaron con grilletes en las muñecas y tobillos luego de que Estados Unidos solicitara su extradición por tráfico de drogas y armas.

¿Tráfico de drogas y armas?

Mantengan esas líneas en mente cuando veamos lo que se hizo antes, y quién lo hizo. El actual ministro de Seguridad de Honduras dice que el expresidente Hernández conspiró con cárteles de drogas, lo que llevó al deterioro social y socavó la justicia hondureña.

El hermano del expresidente, Juan Antonio “Tony” Hernández, fue sentenciado a cadena perpetua en Nueva York por el contrabando de 185 toneladas de cocaína. Ese tráfico, dijo el juez en su sentencia, fue patrocinado por el estado del narco hermano, el narco presidente que utilizaba el ejército y la policía para esa actividad.

El ahora preso ‘ex’, contó con el apoyo de la administración Trump. “En esos años tratábamos a Hernández como amigo y socio”, dijo el senador Patrick Leahy en un comunicado esta semana.

La Casa Blanca de Biden lo mantuvo a la distancia, señalando la corrupción endémica en su gobierno, con un costo devastador al que contribuyó Estados Unidos porque lo apoyó hasta el último minuto, un narcoestado donde aún tenemos la principal base militar americana en la región.

¿Será la guerra contra las drogas una causa perdida en la América Central?

La detención del expresidente permite medir el alcance del tráfico: jefes militares y policiales, políticos, empresarios, alcaldes y hasta tres presidentes de la región han sido vinculados al tráfico de cocaína o acusados de beneficiarse del tráfico.

El juicio al expresidente tiene una trama secundaria que se ha buscado enterrar por años: el choque entre la CIA, la Administración del Control de Drogas, el Departamento de Estado y, sí, la Casa Blanca.

Mientras la agencia antidrogas seguía la pista del narco-presidente, este recibía el apoyo del Departamento de Estado, que incluso avaló su reelección fraudulenta en el 2017 porque el candidato opositor se alineó con el régimen venezolano. La prioridad de la DEA es cazar narcos. La del Departamento de Estado era debilitar al gobierno bolivariano de Venezuela.

Un hombre en la Honduras de los años 70 y 80, Ramón Matta, se consagró como eslabón del Cartel de Medellín, con la protección y colaboración de las Fuerzas Armadas, los políticos y la policía de Honduras… y Estados Unidos.

Matta montó una aerolínea que tenía dos clientes: el cartel de Pablo Escobar y la CIA. Los vuelos salían del norte de Colombia a Estados Unidos cargados de cocaína y regresaban al sur, deteniéndose en Nicaragua, cargados de armas y municiones para los contrarrevolucionarios. El objetivo de la CIA era acabar con el gobierno Sandinista, a pesar de las drogas, o, mejor dicho, con las drogas, con cuyo dinero compraban armas para la contra, como se llamó a los guerrilleros anti-sandinistas formados por Estados Unidos.

Yo estuve en sus campamentos, vi sus armas… rusas, compradas en Irán porque, por prohibición del congreso, no podían comprar armas americanas para ellos, y las compraban en el Irán del Ayatola Khomeini, el entonces archienemigo de Estados Unidos.

Para lograrlo la CIA necesitaba la participación del ejército hondureño y del capo narco, Matta. Años más tarde, el informe del comité de Kerry sobre operaciones de apoyo a la Contra nicaragüense confirmó todo esto. También cuestionó el cierre de operaciones de la DEA en Honduras en 1983, porque su agenda antidrogas chocaba con la estrategia narco-anticomunista de la CIA, la Casa Blanca y el Departamento de Estado.

Los aviones de la CIA y los Carteles, de propiedad del capo Matta, traían coca y enviaban armas. Matta, el narco-dueño de la aerolínea de la CIA y los Carteles, amasó tal fortuna que ofreció pagar toda la deuda externa de Honduras.

Hoy, más de 40 años después, Matta se encuentra en una prisión en Pensilvania, y las agencias estadounidenses siguen enfrentándose en Honduras, un aún narcoestado donde Estados Unidos tiene su principal base militar en la región.

La administración Biden, comprometida con recuperar el prestigio americano y empeñada en una política exterior de principios, tendrá que mirar debajo de las piedras para encontrar líderes legítimos en un país plagado por el narcotráfico que la CIA impulsó en los años 70 y 80.

Todo el mundo lo sabe, pero decirlo en voz alta es peligroso. En noviembre de 2011, en un programa de televisión nacional, el periodista hondureño Alfredo Landaverde afirmó que había 14 empresarios lavando dinero para los cárteles, y que los partidos políticos eran sólo fachadas del crimen organizado. Cinco semanas después el periodista era asesinado.

¿Será Estados Unidos inocente en el descalabro hondureño y la proliferación de la cocaína aquí, en el país? En este tema, una pregunta siempre nos lleva a más incógnitas, pero los hechos, suelen responder por sí solos.

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