La Acusación del Mentiroso

Por Guillermo Descalzi
Escritor, Periodista, Antropólogo

Dime de qué acusas y te diré lo que tú eres. Eso es especialmente cierto para el mentiroso habitual, y todos saben que Putin es un mentiroso habitual, lo que en lenguaje psiquiátrico se llama “mitomanía”. Recuerden: “No voy a invadir Ucrania”. Sí invadió.  “No mato civiles”. Sí, los mata, y lo hace a propósito, está en la estrategia rusa para la guerra, crear terror en la población civil, y, sí, Putin es un terrorista. Justifica su acción diciendo que el gobierno del presidente Zelensky, un judío, está lleno de Nazis, y que su acción es para “desnazificar” Ucrania.

El Nazi es él, Vladimir Putin, no hay nada más claro. El mentiroso que acusa es lo que acusa. Su actuación es totalmente nazi. Ha impuesto un régimen de control tan absoluto sobre su población que la gente está convencida de que lo que dice es cierto: que Ucrania es un hervidero de nazis.

Debe haber un Goebbels dentro de Putin, un encargado de la propaganda como lo fue Paul Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler, Gauleiter de Berlín.  Fue un hombre pequeño, de baja estatura -como Putin- que mesmerizó a los alemanes, los sugestionó a tal grado que fue casi un hipnotismo. Algo así es Putin, pequeño que tiene a la mayoría rusa totalmente mesmerizada.

Putin debe haberse autosugestionado porque piensa que va a poner a Europa bajo su esfera de influencia. Lo que está haciendo Putin en Ucrania es peligroso para todos, no sólo Europa.

La guerra de Rusia con Ucrania amenaza a decenas de países y a más de 1,000 millones de personas con un triple impacto, aumento de los precios del combustible, aumento de los costos de los alimentos y agitación financiera que provoca agitación política. En esto último, la agitación política, está lo más peligroso, y ninguna nación está segura, sin importar cuán rica o distante esté del campo de batalla. Prepárense para el impacto, en otras palabras.

Por eso es tan importante esta guerra. Es el sueño de un obstinado, turbado, desatinado… y muy efectivo mesmerizando no sólo al pueblo ruso, también a líderes occidentales como Bolsonaro, de Brasil, que ya quisiera ser como él, Viktor Órban de Hungría, y Marine le Pen, la candidata a la presidencia de Francia, que se define el 24 de abril. Admiran a Putin que, -aquí viene lo más peligroso para el Occidente- es el ejemplo al que quisiera llegar Trump, nuestro propio proto-nazi americano, Donald Trump.

Putin y Trump, ¿se imaginan a los dos unidos conduciendo la carroza del mundo en un gran circo romano donde matar era casi un deporte? Véanlo, es fácil de ver. Lo difícil es creerlo, y tan difícil que tiene a la mayoría republicana en el Congreso rindiéndole pleitesía como a un dios encarnado en el César.

A un césar americano, nuestro propio Hitler, a eso se acerca el país según las encuestas, listo a elegir una cámara de representantes y un senado de mayoría republicana. Es otro caso de mesmerización, así lo llamaban, mesmerización, al sugerirle cosas al paciente en la antigua psiquiatría, lo “mesmerizaban”, algo como un hipnotismo.

Nuestro país a veces parece un caso psiquiátrico, lleno de mesmerizados. En la Alemania nazi creían que eran la raza superior, la raza aria. Aquí muchísimos votantes republicanos están convencidos de la conveniencia de una dirección blanca en el país -lo que eso quiera decir-.  Son supremacistas en la práctica, aunque no lo crean, supremacistas que apuntan el dedo y acusan a los demócratas de cosas tan absurdas como ser pedófilos, pero también de cosas creíbles, como ser socialistas o al menos “socialistoides”. Sí, eso es cierto, la extrema izquierda demócrata es socialistoide… pero también lo es la derecha republicana, admiradora de las virtudes del nacional-socialismo, las dos palabras que dieron origen al término Nazi.

Dime de qué acusas y te diré quién eres. Los socialistoides, nacional-socialistoides, están en la derecha republicana, en el nacionalsocialismo-trumpiano. ¿Nos estaremos acercando a un mundo de nacionalsocialismo, nazi, aunque no guste la palabra? Vuelvo a Ucrania: por eso es tan importante no dejar que ese proto-nazi, Putin, se apropie de ella.

Más fácil que lograr que los republicanos admitan que tienen un cierto apego por los supremacistas blancos, más fácil es que admitan lo que no les gusta. No les gusta la idea de un país mayoritariamente de color, de razas “coloreadas”, que es casi como “coloradas”, y eso temen, que los demócratas sean colorados… Pero, piensen, ¿Dónde está el verdadero peligro socialista en la actualidad americana? ¿En la democracia del hombre ceñido a la Constitución o el autoritarismo del hombre apegado al derecho de su fuerza? Alístense porque eso tiene para tiempo.

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