Por Manuel Ramos
MSFS, AEP, CHFC, LUTCF, CFS, CES, CIS
Economista, Analista y Gestor de Inversiones
Sin duda alguna, el detonante para sacar de la Gran Depresión económica a los Estados Unidos fue la Segunda Guerra Mundial. Transformó social, militar, nuclear e industrialmente a un país en deterioro en una potencia imperial capitalista y hegemónica. Además, acumuló un poder simbólico y estratégico proclamándose como defensor de la democracia y la libertad.
En 1944, entre el 1ro y el 22 de Julio, justamente un mes después del Día D, se reunieron en Bretton Woods (New Hampshire), 44 países. El propósito era establecer un modelo económico mundial posguerra alineando relaciones comerciales y financieras entre ellos, y sustituyendo el “patrón oro” por un “patrón dólar” vinculado al oro, dando a luz la época dorada del capitalismo. Las naciones participantes se inundaron de dólares respaldados por deuda americana con el fin de mantener el equilibrio económico-social-financiero de su población, generando un sentido de bienestar interno.
El crepúsculo del dólar llegó el 15 de agosto de 1971 a consecuencia del “Nixon Shock”, una serie de reformas a las políticas económicas y de relaciones exteriores de EE. UU. causadas por la guerra de Vietnam y que drenaba las reservas del país. El gobierno de Richard Nixon decide, entonces, cancelar unilateralmente las resoluciones monetarias y financieras establecidas a Bretton Woods. Este shock suspendió de facto la convertibilidad del dólar con respecto al oro, transformando así al dólar en moneda fiduciaria (Fiat), es decir, sin valor intrínseco.
A escasos 50 años de la creación del Fiat, también conocido como “dinero basura”, este ha presentado en promedio un 90% de perdida adquisitiva o depreciación frente al oro. A pesar de esto, la irresponsabilidad fiscal de los políticos en Washington, que continúan pidiendo prestado sin restricciones, sujetos a la embriaguez de los espíritus animales a la que se refería John Maynard Keynes (1936) y a la propia voracidad del Leviatán referida por Thomas Hobbes (1651), crea mayor incertidumbre para la economía real estadounidense y la de los mercados internacionales.
Con la premisa de estimular la economía durante una recesión, o cuando los tipos de intereses se van a cero (operación conocida como “helicóptero de dinero”, Milton Freeman, 1969), la actual crisis sanitaria traída por el COVID-19 ha sido la última excusa para una impresión masiva de dólares. Si bien, es cierto que producir más billetes es un paliativo temporal para evitar una espiral deflacionaria y, por ende, una depresión económica, al final todo culmina en una debacle del ciclo económico y un deterioro en la calidad de vida de los individuos.
Sabemos que uno de los objetivos del Banco Central (FED) es el de fomentar el auge económico, pero ¿cómo se logra esto? Pues mediante la aplicación de políticas monetarias laxas, reduciendo artificialmente los intereses y, también, imprimiendo dinero fiduciario (Fiat). Aunque la oferta monetaria devalúa al dólar frente a otras divisas, a su vez da un respiro a los países endeudados en dólares. Sin embargo, el resultado de incrementar el capital fiduciario disponible siempre vendrá acompañado de inflación, devaluación, incremento en las exportaciones, pérdida adquisitiva y distorsión de precios en los mercados. ¿Debería entonces sorprendernos que la nueva administración de Biden planee ir por la misma senda? ¡Claro que no!, este debe continuar con la misma estrategia (la impresión monetaria) para seguir regalando dinero. De hecho, fue el mismo Estado quien arruinó los negocios que ahora pretende rescatar con emisión de dólares.
Por otro lado, la realidad manifiesta es que los recientes paquetes de rescate fiscal y monetario han creado una mayor brecha de desigualdad entre los ricos y la clase trabajadora. Según la organización Oxfam, las ganancias combinadas de las diez personas más ricas del mundo durante la pandemia alcanzó los 540, 000 millones de dólares, mientras que para el resto de los individuos llevará toda una década recuperarse de las pérdidas ocasionadas por la pandemia.
La mayor devaluación del dólar dio inicio en 2009 durante la administración de Obama, continuó con Trump, y seguirá con Biden y los futuros representantes saqueadores de la democracia financiera de la nación. En los últimos tiempos, la demanda de oro por parte de China, Rusia y otras naciones ha incrementado como nunca, así como su costo, y la emisión monetaria es la razón principal. Sin embargo, el oro continúa siendo el “refugio económico” por excelencia para los inversores, mientras el Fiat simplemente lo gastan. Además, el reciente aumento de la circulación del “Greenback” (billete verde) en 2020 a nivel mundial fue del 24%. Esta impresión masiva, si duda, se ha convertido en el propio “asesinato o eutanasia del dólar”.