Por Manuel Ramos
MSFS, CHFC®, AEP®, LUTCF, CFS, CES, CIS
Vivimos en un mundo cada vez más conectado. Son muy diferentes la economía de hoy con la economía de hace 25 años, 10 años o, incluso antes del COVID-19 y la economía evoluciona como parte viva de los agentes económicos. La digitalización hace posible la omnisciencia de la economía: la omnieconomía digital. Cientos de miles de negocios y transacciones en la actualidad se generan y operan a través de dispositivos electrónicos, algoritmos, software y cadena de bloques.
Podemos realizar operaciones financieras sin acudir al banco, comprar y vender en línea prácticamente todo, rentar propiedades incluso en un país distinto al que se vive y tantas comodidades más que facilitan la interacción comercial y acapara un sector creciente de los volúmenes de consumo comercial del mundo. La omnieconomía digital, pues, es la actividad que provee la conectividad directa a las transacciones destinadas a satisfacer nuestras necesidades.
Viéndose las actividades económicas interrumpidas y sumamente trastocadas, debemos continuar aprendiendo las mejores opciones y estrategias para navegar el incierto mar de la omnieconomía digital. En cualquier punto de la vida, necesitamos estar preparados para lo que puede venir, mantener el balance de las emociones y la razón, conciliar los opuestos, lo que los economistas llamamos el margen de seguridad, el punto intrínseco.
La Reserva Federal dice que va a aumentar la tasa de interés en tres ocasiones durante 2022. Las tasas de interés son la medicina de política monetaria para contrarrestar la hiperinflación que estamos viviendo ahora. Definitivamente, la omnieconomía va más allá del sobrecalentamiento al cerrar 2021 y arrancar 2022.