Navidad en la calle

Por Guillermo Descalzi
Escritor, Periodista y Antropólogo

Era el año 1964 y yo estaba de visita en Nueva York. Me asombró que no había mendigos en la calle, me maravilló. La Navidad se viene, ¿y qué hacen los homeless, los desamparados en la calle, ¿qué hacen? Lo de siempre, mendigar.

Un recuento del censo del 2020 dice que hay unos 670,000 homeless en el país, concentrados en las grandes urbes como New York y Los Ángeles, y una no tan grande, San Francisco. Claro, los hay en todos lados, y deben ser muchos más que los 670,000 que dice el censo.

El censo no sabe contar debajo de los puentes, en las calles o en casas y edificios abandonados, en carpas en los rincones de las ciudades. Yo nunca vi un solo encuestador del censo en las calles del país. Debe haber más de los que dicen que hay.

En Los Ángeles la gente que vive en la calle ha proliferado al punto que la alcaldesa Karen Bass y los concejales han declarado un estado de emergencia, según los cálculos oficiales, hay unos 70 mil indigentes concentrados en el centro de la ciudad.

Debemos estar en otro planeta.

¡Homeless a las puertas!

Han declarado una emergencia de los sin hogar, pero hay pocos planes de qué hacer con ellos aparte de destinarles mil doscientos millones de dólares. Quizás pudiesen tomar el ejemplo de Nueva York.

El mes pasado el alcalde Eric Adams anunció el fin de los días en que se ignoraba el problema, y el fin de las puertas giratorias entre los hospitales, las cárceles y la calle. Para ayudarlos Adams ordenó que se lleve a los hospitales incluso a los que no quieren ir, y los hospitales deben retenerlos hasta que se establezca un plan viable para su estadía fuera de ellos.

Las leyes sobre hospitalización involuntaria han cambiado un poco, o al menos su interpretación en New York.  Los trabajadores de salud mental, los paramédicos y la policía llevan ya mucho tiempo llevándolos a los hospitales, a la fuerza si fuese necesario, si parecen enfermos mentales o son un peligro a sí mismos o a otros, y aquí viene el cambio:

Ahora los tribunales de Nueva York sostienen que ser un peligro para uno mismo incluye el no ser capaz de atender a sus necesidades básicas, como alimentación, vivienda y atención sanitaria. Es decir, todos los que viven en las calles son, bajo esa definición, un peligro para sí mismos. Hasta allí todo está bien para sacarlos de la calle. ¿Y luego qué?  En New York acaban de inaugurar un hotel convertido ahora en estudios indigentes, un solo cuarto con baño y cocinilla.

Algunas estadísticas

Los hispanos son el 44.7% de los sin hogar en Los Ángeles. A nivel nacional el mayor grupo es el blanco, 48% de todos, seguido por los hispanos. Los negros están en tercer lugar. Las mujeres son alrededor de un tercio del total, y el 60% pasa por episodios de violencia. La tasa de asesinatos de personas sin hogar se encuentra en su nivel más alto, con un aumento de 47% en el 2021, es una estadística seria, reportada por la policía y las morgues. 47% de las personas sintecho padece de problemas de salud, 46% de abuso de drogas o alcohol, y 34% de alguna enfermedad mental grave.

Lo que nos lleva a las causas del desamparo.  No se debe tanto a problemas económicos, como a su estado mental, y es que sencillamente se han rendido, no quieren más. Yo sé algo de esto, y los adictos y alcohólicos no van a ir a refugios donde no puedan usar su droga o alcohol. ¿Como remediarlo?

Los hospitales están atiborrados con los verdaderamente enfermos. Si alojaran a los desamparados, como quiere el alcalde de NY, se ahogarían. El problema demanda entrega, una especie de misioneros sociales y misiones urbanas las 24 horas del día.  Las grandes urbes necesitan una “agencia de homeless”.

Se acerca la navidad y hay que recordar a esa familia desamparada en Belén, que tuvo que ir a un establo para cobijarse, y allí ella dio a luz. Debiese ser de interés cristiano en el sentido amplio de la palabra, católicos, ortodoxos y protestantes, cristianos todos, de todas las denominaciones, y deberíamos ir a los establos de hoy, en las calles y bajo los puentes, a hacer lo que se pueda para llegar al Cristo que hay en cada uno, hay que saberlo encontrar, y mostrárselo a ellos mismos, al desamparado en su Navidad.

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