Un siglo comunista chino

Por Manuel Ramos
MSFS, CHFC®, AEP®, LUTCF, CFS, CES, CIS

En su discurso de celebración del centenario del Partido Comunista de China (1921-2021), entre otras cosas, Xi Jinping advirtió a las potencias: “recibirán un golpe en la cabeza si intentan intimidar o influir en el país”. Un discurso desafiante, en específico para EE. UU. Según Xi Jinping, sólo el socialismo puede salvar a China y sólo el socialismo con características chinas puede desarrollarla. Al final de la ceremonia la multitud cantaba… “Sin el Partido Comunista, no habría una nueva China”.

En la trampa de Tucídides

El término sustenta la teoría de que cuando la hegemonía de una potencia es disputada por una potencia emergente, inevitablemente ambas entran en rumbo de colisión. El politólogo estadounidense Graham T. Allison propuso la “trampa de Tucídides” y marcó a China y EE.UU. en el mapa de la disputa hegemónica en su libro Destined for war, de 2017.

La batalla de EE.UU. es preservar su hegemonía de 75 años y la de China es destronarlo por medio de la Nueva Ruta de la Seda. Las tensiones se agudizan desde la era Trump en contra de Xi Jinping, y ahora que el gladiador en turno es Joe Biden, veremos cómo termina esta batalla que tiene como galardón… la supremacía mundial.

Contexto y análisis

Aceptando el hecho de que era necesario disminuir la tensión entre dos acérrimos rivales ideológicos, en 1972, Richard Nixon se convirtió en el primer presidente norteamericano en visitar China. El encuentro con Mao Tse Tung fue histórico. Prácticamente, abrió las puertas a la máquina productora de Oriente al resto del mundo y a lo largo de casi cinco décadas, el rumbo de colisión se ha ido reduciendo.

A principios de 2018, aumentó el espiral de amenazas entre Estados Unidos y China: sanciones arancelarias comerciales, cancelaciones de viajes, acusaciones de espionaje, cierres consulares, propaganda, competencia armamentista, robo de inteligencia artificial, cuestiones territoriales, uso de tecnología 5G, innovación en vehículos eléctricos; carrera espacial, viajes a Marte…y en 2020, una guerra biológica, se dice, COVID-19.

El Collar de Perlas Chino y la Nueva Ruta de la Seda Digital

Es una superestructura política sobre el poder económico de las empresas privadas y estatales chinas que iniciaron en la década de los 90’s. Xi Jinping invierte para conectar al sudeste asiático con el Océano Índico, el este de África y Europa, con rutas ferroviarias y marítimas de más de 130, 000 kilómetros.

China financia la construcción de gasoductos y oleoductos en Rusia también. La ruta marítima se refuerza con bases militares y puertos bajo el llamado Collar de Perlas Chino. Así mismo, tiene un gran despliegue de instalaciones en América Latina

Con la Nueva Ruta de la Seda Digital, China incrementa su influencia ayudando a países en vías de desarrollo a cerrar la brecha tecnológica e incluirlos en el mundo cibernético. Actualmente, 150 países participan en la Nueva Ruta de la Seda y el intercambio comercial entre los participantes superó a los 9,2 billones de dólares.

Conclusión

La teoría económica sugiere que no es la coerción centralizada del estado, sino el libre comercio lo que conduce a la prosperidad. China es el paradigma de un régimen autoritario y un sistema libre o de democracia liberal.

En 1972, la China de Mao Tse Tung no reconocía al gestor del comunismo, Rusia, como su máximo representante ideológico. Eran ellos, China…y había algo de razón, el bloque comunista ruso cayó en 1989. Sabían del potencial económico de abrirse al mundo comercialmente y la visita de Nixon fue un ¡rómpete una pierna, Mao!

Resultado loable del socialismo de mercado, una exitosa combinación entre un socialismo autoritario chino y un capitalismo estadounidense irracionalmente exuberante, ha sido reducir la pobreza de 800 millones de personas al cumplirse el primer siglo comunista chino, en contraste con las recientes represiones a ciudadanos de Hong Kong y Taiwán.

Aun así, en China y Asia hay una tremenda oportunidad para la inversión en títulos y valores. Pero, deben considerarse riesgos como la inestabilidad social y política, falta de liquidez del mercado, fluctuaciones del tipo de cambio, un alto nivel de volatilidad y limitada regulación. Las inversiones concentradas en un solo sector, compañía, o, país, se consideran no diversificadas. Por tanto, existe un mayor riesgo de mercado que una cartera diversificada. La recomendación sería invertir entre 7.5 y un 15% de los activos de un portafolio en el sector de economías emergentes.

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